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El trabajo doméstico asalariado es de las ocupaciones donde más se concentran las mujeres en América Latina y el Caribe. En esta labor se aglutina casi el 14% del total de la ocupación femenina en las zonas urbanas. En el año 2010, aproximadamente 7 millones de mujeres desempeñaban el empleo doméstico en países como México, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Honduras, Nicaragua y Panamá. De ese total, poco más de 4.5 millones, un 63%, eran afrodescendientes (CEPAL, 2017).

En México, las trabajadoras domésticas viven en precaridad laboral.

Actualmente, en América Latina y el Caribe el trabajo “doméstico” remunerado está relacionado principalmente a los regímenes de esclavitud y servidumbre a los que estuvieron sometidos africanos y afrodescendientes e indígenas (Ávila, 2009). Las representaciones sociales sobre las afrodescendientes, que las encasillan en los roles de cuidado, como cocineras, lavanderas, niñeras, entre otras, siguen vigentes en la actualidad, al funcionar de manera que dificulta el acceso de las mujeres a los sectores u ocupaciones más calificados en el mercado laboral (Muñoz, 2014).

La consecuente precariedad a que están expuestas las trabajadoras domésticas remuneradas se relaciona precisamente a una lógica racista. Al ver a las personas negras y, más específicamente, a las mujeres negras como inferiores o subordinadas, se les impide acceder a derechos laborales en igualdad con los y las demás trabajadoras, naturalizando su condición de “sirvientas” en la sociedad (CEPAL, 2018, p. 40).

Históricamente, las primeras africanas que llegaron a las costas mexicanas lo hicieron como esclavas durante la Colonia. Se calcula que al Virreinato de la Nueva España entraron de manera legal entre 200 y 500 mil esclavos y esclavas negras, pero al contar la migración ilegal, al país arribaron otros 100 mil negros (Gallaga, 2021).

 

Desde el inicio de la Conquista hubo presencia de africanos, que venían como esclavos negros, pajes, ayudantes y/o como soldados. Ya en México, varios afrodescendientes participaron en la piratería y como guardacostas en los mares de la región que hoy comprende el estado de Chiapas en los siglos XVII-XVIII (Gallaga, 2021), temas que se trataron en la ponencia Esbozos de Libertad.

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Juan Cortés, esclavo perteneciente al soldado Juan Sedeño, fue el primer africano registrado en la Nueva España, quien llegó con los ejércitos de Hernán Cortés en 1519.

En México, el cine ha jugado un papel importante en la estigmatización de las mujeres afrodescendientes como servidumbre. En la película Angelitos negros (1948) el director, Joselito Rodríguez, presenta a la nana Mercé como una mujer negra, sumisa y entregada al cuidado de una niña blanca, María Luisa, quien resulta ser hija de la nana a quien discrimina.

 

Durante la película La negrada (2018) el director, Jorge Pérez Solano​, exhibe la “domesticación” que viven las mujeres afromexicanas al mostrar la travesía de Magdalena, una mujer negra, quien con sacrificios y grandes obstáculos compra un refrigerador para conservar los pescados que cocina y vende en su pequeño restaurante a la orilla de la playa Corralero, en el estado de Oaxaca.

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Imagen tomada de la película La Negrada

Imagen tomada de la película Angelitos Negros

A más de 500 años de la Conquista española y de la llegada de los primeros africanos a México, las trabajadoras “domésticas” afrodescendientes continuan sufriendo desde malas hasta precarias condiciones laborales. Hoy, se calcula que en nuestro país existen 2 millones 200 mil trabajadoras "domésticas" asalariadas, quienes por lo general cuentan con bajos niveles de escolaridad; la gran mayoría de sus ingresos son de dos o menos salarios mínimos y carecen de acceso a la atención de salud (Bensusán, 2019).

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